Autor (Wilmer García González)
Un antiguo enigma, un misterio desvanecido en el oscurantismo de los siglos coloniales, se aborda nuevamente en busca de una explicación racional.
Poco se sabe de la vida en la ciudad colonial de Santa Fe de Bogotá desde su fundación el 6 de agosto de 1538, (o el 22 de abril de 1539) hasta 1810 cuando la capital virreinal fue alcanzada por los vientos de la revolución independentista. De hecho en este periodo mas allá de las intrigas políticas y la rivalidad con la ciudad de Cartagena de Indias, no parece haber ocurrido mayores incidentes sociales o económicos en la tranquila y fría Santa Fe. Pero hay una anécdota de la colonia que pasa desapercibida para la mayor parte de los habitantes e historiadores de Bogotá, contenida apenas en oscuros escritos, en leyendas populares o relacionada indirectamente en la literatura como lo está en la novela "El Otoño del Patriarca" de Nuestro Nobel de literatura Gabriel García Marquez. Esta es conocida como “El tiempo ruido.”
Eran la 22:00 horas del 9 de Marzo de 1687 y la mayor parte de los habitantes ya descansaban en sus casas, cuando repentinamente se percibe un ensordecedor ruido de origen desconocido, que de acuerdo a unos cronistas tuvo tres fuertes impactos seguido de un fuerte olor a azufre, que provocó un estado de pánico donde los habitantes de Santa Fe huyeron desnudos o en ropas de dormir, por las empedradas calles. Muchos de ellos se refugiaron en las iglesias a la espera de la llegada de una legión de demonios o del principio del Apocalipsis y allí permanecieron rezando y ayunando durante días.
El presidente colonial Gil Cabrera Dávalos dirigió una pequeña expedición militar hacia el sur y las riberas del río Fucha lugar donde aparentemente se sentía más fuerte el ruido temiendo la invasión por parte de un ejército extranjero. De acuerdo a las crónicas el fuerte ruido duró entre 15 y 30 minutos y generó pánico generalizado. Desde aquella fecha y durante varios siglos se tuvo la costumbre de destapar los sacramentos cada 9 Marzo conmemorando aquel suceso que desde entonces se llamó “El Tiempo del Ruido” y quedó forjado en el lenguaje popular Bogotano para referirse a una fecha muy lejana.
La Narración
Las fuentes a las que nos podemos dirigir para buscar un testimonio aproximado son los cronistas y sacerdotes Jesuitas Joseph Cassani y Juan Ribero. Ninguno de los mencionados estuvo en la ciudad de Santa Fe durante la noche de los sucesos.
Rivero que para la fecha citada tendría menos de 6 años no arribó a la Nueva Granada hasta 1705 es decir a 18 años después. Cassani había nacido en 1673 y de acuerdo a sus biógrafos nunca visitó América.
Los dos sacerdotes son los interlocutores de una noticia relatada originalmente por el también Jesuita Pedro de Mercado quien nacido en 1620 en Riobamba y muerto en Santa Fe de Bogotá en 1701 habría sido el único testigo presencial del misterioso Tiempo del Ruido que escribió sobre el suceso. Aunque también se puede considerar que en años posteriores otros autores como Caballero hayan enriquecido su relato por la tradición oral y que Cassani y especialmente Ribero pudieran haber accedido a testimonios directos de personas que hayan vivido el momento.
Hipótesis
Legión de demonios
Ubicados en una época diferente debemos tener en cuenta que el misticismo medieval aún presente en una mayoría de la población, seguido del pánico colectivo dejó en el pueblo llano una sensación apocalíptica. Solamente podía relacionarse un fenómeno desconocido y aterrador con algo propio del demonio y aun más si se suma el fuerte olor azufrado en el ambiente y es que el mismo cronista Caballero manifiesta que el pueblo temió el paso de una legión de demonios tal vez del mismo Satanás y su corte aquella aterradora noche. Sin duda alguna las autoridades eclesiásticas con mayor o menor intención, dieron fuerza a esta creencia como lo demuestra la costumbre de conmemorar esta fecha destapando los sacramentos en los años posteriores, pero también fueron miembros de la iglesia, los primeros en buscar explicaciones científicas al fenómeno. (Mercado)
Meteoroide
En publicación en la revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el físico Gregorio Portilla Barbosa y el docente Fredy Moreno Cárdenas plantean la idea que la noche del 9 de Marzo de 1687 cayó un meteoroide sobre la ciudad de Santa Fe. (Moreno & Portilla, 2006)
Como sustento de la teoría planteada se tiene en cuenta que las ondas de choque que se dan por la desaceleración del meteoroide al contacto con los gases de la atmósfera terrestre a una velocidad de penetración de 10 a 70 km/seg, genera una onda sónica, seguida de la fragmentación del cuerpo y con él una sucesión de explosiones menores o redobles y finalmente silbidos provocados por la cola de plasma, simultáneamente se da la visibilidad del cuerpo y en algunos casos emisiones de radio de 1 y 10 kHz.
El olor azufrado que puede darse por la reacción del aire ionizado que recubre el bólido para producir ozono o por el calentamiento de compuestos de sulfuro presentes en el meteoroide, se ha reportado en múltiples fenómenos similares y también en muchos casos ha permanecido por horas y días en el ambiente de acuerdo a los testigos.
Aunque en las crónicas no hay ninguna referencia de personas que hayan visto el fenómeno luminoso en los cielos de la ciudad, se debe tener en cuenta que tan solo en el 55% de los casos en que se escucha la explosión de entrada por parte de los testigos, se divisa el brillo del cuerpo celeste y las probabilidades de que el meteoroide se consuma en la atmósfera sin llegar al suelo son altas, explicándose así la falta de impacto. (Sears 1978)
Para reforzar la hipótesis los investigadores recurren a la verificación de múltiples antecedentes, siendo el más conocido el evento Tunguska 1908. Un meteoroide compuesto de hielo que detonó en el aire y debido a ello no quedó sitio de impacto sobre el suelo, aunque si un registro sísmico alrededor del mundo, una gran área destruida de 2.150 kilómetros cuadrados, además que su estela luminosa se percibió incluso en otros continentes. También se cita el fuerte ruido del meteorito del lago Tagish en 2000 y otro más local como lo es "El meteorito de Cali” reconocido por la revista Meteoritics & Planetary Science de Estados Unidos (Moreno 2007 Astrolabio).
Sismo
A pesar del misticismo de la época, desde el principio se plantearon algunas explicaciones un poco mas racionales sobre el origen del ruido. De hecho el mismo padre Mercado y posteriormente Cassani, lo relacionan con el terremoto acaecido en Perú en Octubre del mismo año.
El año 1687 presentó en el virreinato de Perú una atípica actividad sísmica, quedando registrado un primer temblor el 30 de Enero seguido de otros el 31 de Marzo, el 1, 8, 9, 13 y 16 Abril, el gran terremoto del 20 de Octubre que dejó por lo menos 600 muertos en Callao y 100 más en Lima, y réplicas el 10 de Noviembre y 2 de Diciembre. (Villalobos et al 1974)
La hipótesis que aquí se plantea, se apoya particularmente el testimonio de los habitantes de Choachí Cundinamarca respecto del sismo del 24 de Mayo de 2008, donde afirman haber percibido un fuerte ruido de origen subterráneo, seguido de una emanación azufrada atípicamente alta proveniente de las fuentes de aguas termales del municipio. (Testimonios recogidos 2008)
Hay que tener en cuenta la existencia de aguas termales sobre el altiplano Cundiboyacense (en Choachí, Tabio, El Sisga, Guateque y Paipa) y no se puede descartar la existencia de otras fuentes en la época de la colonia, (acaso mas cercanas a Bogotá) que por fenómenos geológicos hayan desaparecido y de las cuales no se tenga noticia al momento. Aunque ninguna de las crónicas menciona un temblor se puede proponer que el choque de las placas tectónicas, generara un movimiento sísmico que se hizo imperceptible a los habitantes de la ciudad por el pánico y la oscuridad, además de que posiblemente su epicentro se dio en algún lugar distante o simplemente fue de baja intensidad, mientras que olor azufrado procedería de alguna fuente de aguas termales tras una súbita creciente de la misma.
Teniendo en cuenta la alta actividad sísmica de 1687, la ubicación de la ciudad sobre la falla Bogotá que se extiende desde el Huila y que la convierte en zona de alto riesgo sísmico y la existencia de fuentes termales es factible esta hipótesis.
Volcán de Monserrate
Entre los habitantes de Bogotá y Cundinamarca se mantiene la idea generalizada de que el cerro de Monserrate es un volcán dormido cuya futura entrada en actividad sería catastrófica. Muchas personas que tienen conocimiento de los hechos de 1687 relacionan el Tiempo del Ruido como alguna actividad pasada del “volcán de Monserrate”, y esta hipótesis explicaría tanto el fuerte ruido, como la emanación azufrada. De hecho podría sugerirse sin mayores pruebas, que no necesariamente la actividad se presentara en Monserrate, sino en cualquiera de los cerros que se extienden por el oriente de la sabana de Bogotá o en los páramos de Sumapaz, Cruz Verde o Chingaza.
Esta hipótesis tiene cierto apoyo con el nacimiento del volcán Paricutín en 1943 en el estado de Michoacán en México. En este caso un campesino, “Dionisio Pulido” advierte de la existencia de una grieta de la que procede una emanación azufrada y un vapor espeso, a la que siguió un torrente lento de lava que alcanzó y destruyó los pueblos cercanos.
Se puede proponer que en forma similar al Paricutín y ayudado por la fuerte actividad sísmica que provoca la subducción de la placa de Nazca se formaron grietas en Monserrate, Guadalupe o cualquiera de los cerros orientales, que dieron la manifestación ruidosa y el olor característico la noche del 9 de Marzo. Pero no tuvo la continuidad que tuvo el volcán Mexicano, ni la lava salió a superficie, o no fue nunca encontrado por la población de la época.
Volcán en la cordillera central
El ensordecedor ruido es característico de las erupciones de tipo pliniano que se han presentado especialmente en el Nevado del Ruiz, (que cuenta con 3 cráteres llamados Arenas, La Olleta, y la Piraña) y sería perceptible por los habitantes de la villa de Santa Fe de Bogotá, ubicada en linea recta a menos de 150 km de distancia. (No se puede ignorar que la explosión del Monte Santa Helena se escuchó por lo menos a 300 km y el Krakatoa a 5000 km) El olor azufrado típico de la actividad volcánica, puede alcanzar distancias superiores de acuerdo a la dirección de los vientos y a la fuerza que ha tenido la erupción.
Por otro lado la propuesta que se adelanta no limita las posibilidades de una erupción en el Nevado del Ruiz.
En el llamado macizo volcánico Ruiz-Tolima, se encuentran los volcanes activos del Nevado Ruiz, Nevado del Tolima y Machín, además de los inactivos Nevado del Quindío, Nevado del Cisne y Nevado de Santa Isabel, si bien la geología no ha confirmado absolutamente esta condición.
El Nevado del Ruiz, es el segundo volcán más activo de Colombia y ha tenido un número de no menor de 12 erupciones en lo que va del Holoceno.
1245 a.C (+/-15 años) - 850 a.C - 200 a.C (+/-100 años) - 350 d.C (+/-300 años) - 675 d.C (+/-50 años) - 1350 d.C - 1570 d.C -1595 d.C - 1623 d.C - 1805 d.C - 1826 d.C - 1829 d.C - 1831 d.C - 1845 d.C - 1916 d.C - 1984 d.C - 1985 d.C - 2012 d.C
A estas se deben sumar otras no confirmadas en 1541, 1828, 1833 y abril de 1994. El Instituto Smithsoniano afirma sin embargo que no hay certeza absoluta sobre algunas fechas, y las fuentes a las que recurre desde 1570 son precisamente documentos históricos. (Smithsoniano)
De acuerdo a los datos aportados por el Instituto Smithsoniano se hace llamativo que durante 182 años entre 1623 y 1805 no hubiera presentado ninguna actividad aún cuando tuvo tres erupciones en el siglo XVI, siete en el XIX y cuatro en el siglo XX. De estas catorce erupciones, tres fueron de tipo pliniano, el 12 de Marzo de 1525, el 19 de Febrero de 1841 y el 13 de Noviembre de 1985 y se caracterizaron por ser altamente destructivas y sus explosiones de gases se escucharon a distancias superiores a los 100 km.
Un antecedente importante es la erupción del cráter Arenas del Nevado del Ruiz el 13 de Noviembre de 1985, que trágicamente cobró la vida de 23.000 personas en Armero Tolima y Chinchiná y Villamaría Caldas, durante la cual las cenizas cubrieron una amplia zona que alcanzó por el norte el municipio de Paipa Boyacá a más de 500 km, mientras que en el occidente de Cundinamarca a menos de 100 km, no se registró lluvia de cenizas, aunque si un fuerte hedor azufrado en el ambiente que continuó durante varios días. (Testimonios directos)
El volcán Machín ha presentado seis episodios eruptivos durante el Holoceno, cuatro de ellos plinianos, dos con colapso de domos, con flujos piroclásticos columnas eruptivas altas y lahares. (Cortés 2001) (Méndez, Ricardo Et Al 2002)
3.000 a.C
2.800 al 2.300 a.C
1.600 a.C.
500 a.C
800 d.C.
1.200 d.C
El volcán Nevado del Tolima tiene en el registro del Servicio Geológico Nacional 5 erupciones, cuatro de ellas en un periodo de actividad en el siglo XIX y una más en el XX, por lo que se hace aún más limitado el conocimiento de sus periodos de actividad en los siglos anteriores y por lo mismo más probable que hayan habido fuertes y violentas erupciones no registradas en otros periodos históricos como la Colonia.
Noviembre 1822
Marzo 1825
Mayo 1826
Junio 1826
Marzo 1943
De los volcanes Nevado de Santa Isabel, Nevado del Cisne y Nevado del Quindío no se tiene ningún antecedente y por ese motivo no se pueden, ni descartar, ni confirmar alguna asociación con los hecho del 9 de Marzo de 1687.
Parece poco probable que en un periodo de casi dos siglos los volcanes de la cordillera central hayan permanecido dormidos, lo que parece más factible es que las plumas de la historia hayan desconocido gran parte de los antecedentes eruptivos y que los habitantes de Ibagué, Anserma, Cartago o cualquiera de las zonas próximas al complejo Ruiz-Tolima aunque hubiesen percibido la actividad no dejaron registros escritos. Además se debe tener en cuenta la despoblación de buena parte del territorio nacional en los siglos coloniales o el hecho de encontrarse habitado por indígenas que no tuvieron contacto con los españoles.
Discusión
La explicación de un fenómeno ocurrido hace más de tres siglos, contado a través de crónicas que llegaron a nosotros legadas por personas que no fueron testigos directos de los sucesos, en algunos de los casos más de 40 años después, hacen muy compleja la definición absoluta de los hechos.
Si bien se hizo la traducción de la noticia original del padre Mercado, este documento parece enfocarse en el cambio de las costumbres morales de la sociedad Santafereña, del pánico generalizado y del absoluto desconocimiento de la naturaleza del ruido y el hedor azufrado. (Astrolabio)
Las hipótesis que se desarrollaron tienen fortalezas y debilidades, algunas de las primeras hablaron de una creciente repentina del río Fucha (Espinosa, 1994) y de la llegada de un ejército invasor que nunca hizo presencia en la ciudad colonial, de una presencia demoníaca o del mito urbano del volcán de Monserrate.
Sobre este último, científicamente se ha descartado la presencia de volcanes en la cordillera Oriental, de hecho los cerros orientales de Bogotá son de origen sedimentario no volcánico, descartándose cualquier posibilidad de erupción futura o pasada y las crónicas no especifican lava, grietas, caída de cenizas o temblores asociados al hecho.
El ingreso de un meteoroide en la atmósfera cuya luminosidad no fue percibida por los testigos y tampoco tuvo un sitio de impacto, podría ser una explicación sustentada, tanto en antecedentes como en explicación científica.
Pero hay un punto a tener en cuenta y es la duración del ruido, de quince minutos según Mercado y Ribero y de media hora de acuerdo Cassani. Un bólido tanto por su velocidad de desplazamiento, como por su destrucción no puede continuar siendo escuchado desde un mismo punto por tanto tiempo. Las crónicas mencionan además tres explosiones diferentes, (Cassani) "una inicial que despertó la población, una segunda que generó miedo y una tercera que provocó el pánico generalizado". (Caballero 1810).
Estas mismas crónicas sostienen también que hubo un ruido permanente al que Ribero además llama "desordenada mezcla de los elementos, similar a sonidos militares como tambores de guerra". Si tenemos en cuenta que el ejército disponible marchó junto con el presidente colonial Gil Cabrera Dávila hacia el sur a la espera de un invasor, podemos entender que no se trató de un impacto instantáneo, sino de un ruido persistente, acompañado de súbitas explosiones. Portilla argumenta que los testimonios de personas en pánico y tomadas a posteriori pudieron generar exageración y tergiversación del relato (Portilla. UNAL) y esto puede tener fundamento, pero quiero interpelar que en ese caso se puede justificar varias hipótesis, eliminando o agregando detalles escudados en los errores de interpretación de los testigos, en el pánico o en la antigüedad de las crónicas.
En el caso de un sismo aunque se haya tratado de un año muy activo en las placas tectónicas del continente, si se tiene en cuenta el libro "La historia de los terremotos en Colombia" publicado en 1975, que ha servido de referencia para el Servicio Geológico Colombiano. Este documento lleva una lista de los sismos que han sacudido el país desde el siglo XVI registrando entre otros los años 1610, 1621, 1625, 1643, 1644, 1697 y 1698, pero ninguno en 1687. (Ramírez, 1975)
No hay mención alguna de temblores de tierra en las crónicas, por lo que cabría preguntarse si un ensordecedor ruido podría ser resultado de un sismo menor o lejano; lo que no parece probable. Por otro lado las termales conocidas más cercanas están en Tabio a 45 kilómetros haciendo muy difícil que el hedor azufrado alcanzara esta distancia y aunque permanezca abierta la posibilidad de una fuente desaparecida, no existe ninguna evidencia o sugerencia sobre este particular.
En el caso de la erupción de un volcán en la cordillera central, hay que tener en cuenta, primero la ausencia verídica de registros durante los siglos coloniales, segundo que los antecedentes de diferentes erupciones confirman que el ruido de una erupción se puede percibir a más de 150 km de distancia, tercero que en una erupción volcánica además del ruido permanente hay intervalos de mayor intensidad provocados por las explosiones de gases, lo que se confirma en las crónicas sobre tres impactos sonoros sucesivos, mientras que un ruido permanente de 15 minutos de duración sería la propia erupción y se argumentaría además que en una época silenciosa en que no existían aún los motores, las industrias y las máquinas modernas, los ruidos y en especial nocturnos pudieron alcanzar grandes distancias.
Las crónicas de Mercado, Ribero y Cassani no mencionan temblores o caída de cenizas que dieran una idea sobre el origen volcánico del fenómeno, esto se puede explicar si se tiene en cuenta que las cenizas no suelen caer en forma homogénea sobre todas la regiones aledañas a la erupción, por factores tan variables como el viento o la ubicación de los cráteres e incluso la dirección del flujo piroclástico y que la distancia de la superficie del suelo que conlleva el descenso al valle del Magdalena y ascenso a la cordillera oriental debilitaría la fuerza sísmica siendo imperceptible en la sabana de Bogotá. El antecedente de 1985 mostró la posibilidad de que el olor azufrado llegase a algunas zonas de Cundinamarca sin que lo hagan las cenizas o los sismos relacionados y menos aún los daños materiales.
En este artículo se propone que la probabilidad más alta para explicar lo sucedido la noche del 9 de Marzo de 1687 fue una erupción del Nevado del Ruiz, Nevado del Tolima o volcán Machín y solo hace falta una confirmación científica sobre una erupción en la fecha establecida.
Wilmer García González.
Antropólogo-Arqueólogo
Referencias
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